martes, 10 de diciembre de 2013

El político y el científico

7/Diciembre/2013
Confabulario
Jorge Islas

Debemos de agradecer a Maquiavelo… que escribió lo que los hombres hacen, no lo que deberían de hacer.
Francis Bacon
Max Weber tenía razón: es casi imposible hacer compatibles las virtudes y acciones del político y del científico, del hombre que lleva una vida activa con el que lleva una vida contemplativa, entre otros factores por lo que cada uno está o no dispuesto a hacer de acuerdo con sus capacidades, intereses, vocaciones y principios de comportamiento ético. Claro está que toda regla tiene excepciones, como fue el caso de Cicerón, Marco Aurelio y Bacon, estadistas y también hombres de ciencia, con una vida inclinada al esfuerzo de la investigación y la reflexión intelectual. Pero la excepción mayor en justicia, creo que se le debe de reconocer a Nicolás Maquiavelo, quien desempeñó una intensa actividad política por 15 años ininterrumpidos y posteriormente una vida dedicada a la contemplación rigurosa de los asuntos públicos. En este caso, y a diferencia de los grandes pensadores de la época grecolatina, es a Maquiavelo por El Príncipe a quien debemos la primera aportación por haber establecido leyes para observar y entender las acciones y consecuencias de la política como una realidad y no necesariamente como un ideal. También lo debemos reconocer como el creador de una ciencia y un método de investigación para comprender la naturaleza del hombre frente al poder. Maquiavelo es sin duda el padre de la ciencia política moderna y el pionero que sentó las bases del método inductivo como el medio que crea conocimientos a partir de la evidencia empírica, por la experiencia probada y comparada de las cosas.

Lamentablemente Maquiavelo ha sido mal interpretado y señalado como un maestro del mal y la perversidad humana, por haber osado iniciar una forma de observar, describir y prever el comportamiento del hombre en sus ambiciones y pasiones frente al poder. En algunos casos tenemos críticas ingenuas, cargadas de ignorancia y simpleza. Son señalamientos que se caen por sí mismos. En algunos otros, hay críticas que buscaron lastimar el prestigio y el nombre de Maquiavelo, más que controvertir las premisas y conclusiones de su famoso libro. El que fuera segundo canciller en Florencia advirtió sobre las reacciones que habrían de generarse por sus libros y su nuevo método (Discursos, prólogo), producto de las envidias naturales del hombre. Y creo que fueron precisamente estas últimas las causas que han detonado una propaganda inercial contra una de las mentes más inteligentes que haya dado el Renacimiento para la posteridad de las ciencias sociales.

El Príncipe es producto de la experiencia de 15 años de trabajo directo en la política práctica; son 15 años que demuestran que Maquiavelo no la pasó jugando ni durmiendo (carta de Maquiavelo a Francesco Vettori del 10 de diciembre de 1513); sin embargo, la estructura, el método, la prosa inteligente y razonada son producto de su formación humanista, educación que recibió de los clásicos grecolatinos, incluido el espíritu de las virtudes públicas, el paganismo cívico de la antigua polis griega y la antigua civitas romana. Es gracias a los relatos e ideas de Herodoto, Platón, Aristóteles, Tácito, Tito Livio, Suetonio, entre otros autores mayores, a los que Maquiavelo entiende el sentido y el valor del poder para servir y mejorar el estado de las cosas en una sociedad. Entendió que determinadas leyes, instituciones y acciones combinadas con ciertos principios hacen la diferencia entre tener Estados fuertes y autosuficientes o Estados divididos y muy vulnerables frente al exterior. Entendió que los valores religiosos, sin duda importantes para la civilización, no eran los mejores para incidir en la conformación de una sociedad política libre, que se debía guiar por un arreglo institucional racional y equilibrado, antes que por costumbres y actos de fe.

En este contexto es en el que debemos entender a un Maquiavelo realista e idealista que crea reglas para dotar de autonomía a la política, de la ética, la moral y la religión. Reglas que tienen el propósito fundamental de arropar a un príncipe nuevo lleno de virtud, para que se convierta en el redentor de Italia, para unificarla y defenderla de cualquier invasión militar e intervención política sobre los asuntos estrictamente seculares. Es así como se explica la crudeza y rudeza con la que Maquiavelo invita al nuevo Príncipe a no ser bueno, a estar preparado para hacer el mal si fuese necesario, más cuando esté de por medio una causa superior que redunde en la defensa y seguridad de su Estado. Este es uno de los temas que mayor polémica, incomprensión e imprecisión ha generado. No es Maquiavelo un apologista del crimen; es un realista en los asuntos del Estado, que advertía cómo evitar la ruina de un gobernante, si éste por algún momento tenía un lapsus de inocencia.

Para Maquiavelo, humanista, político y científico de la política, el Estado como palabra y como fin tenía un significado mayor por su capacidad para transformar positivamente la realidad de los países en desgracia. Por ello, despreciaba el poder por el poder, al que identificaba como poder sin gloria, al poder egoísta que ejercían personas mediocres que se rodeaban de gente mediocre y que gobernaban por medio de la fuerza ilegítima o la fortuna, sin que supieran impulsar el desarrollo y la estabilidad en sus comunidades. Igualmente censuraba a los gobernantes frívolos, pusilánimes e irresolutos. En cambio, admiraba a los líderes que en el pasado y en su presente promovieron con sagacidad y determinación grandes reformas o bien emprendieron acciones notables en favor de sus pueblos y gobiernos. Reconocía como virtud política el valor de iniciar acciones que ofrecieran soluciones, no justificaciones para vencer resistencias y obstáculos que limitaran el fortalecimiento del Estado.

Leer El Príncipe a 500 años de que fue escrito nos recuerda que muchas de sus reglas (capítulos XV al XXV) siguen vigentes y en algunos casos son altamente recomendables, para que los actuales y futuros gobernantes tengan presente la importancia de pensar en la edificación de la buena política, la que trasciende y es observada, la que posibilita la conformación de sociedades plurales que viven con seguridad, igualdad y desarrollo, la que hace útil la acción política para consolidar un Estado que quiere y que busca ser libre, soberano y democrático.

No hay comentarios:

Publicar un comentario