domingo, 19 de enero de 2014

El misterio de la globalización

19/Enero/2014
La Jornada
Néstor de Buen

No cabe duda de que el derecho del trabajo está pasando por un mal momento.
La reforma última a la Ley Federal del Trabajo ha cambiado las valoraciones que los especialistas nos hacíamos tratando de confirmar la condición tutelar de las normas de esa norma en favor de los trabajadores, que ya no existe.
La temporalidad de los contratos de trabajo, los contratos a prueba o para capacitación que pueden terminar por decisión de los patrones, previa autorización de una comisión mixta de productividad, capacitación y adiestramiento que por formar parte del sindicato y habida cuenta de la complicidad con los patrones de los sindicatos corporativos, será muy fácil de obtener.
Además, el outsourcing y la limitación a un año de los salarios caídos en caso de despido injustificado, entre otras cosas, han acabado con esa idea tutelar que ahora protege a los empresarios, sin olvidar que se mantiene el control de los sindicatos por el Estado mediante los registros y de las tomas de nota de sus directivas y que siguen en vigor las juntas de conciliación y arbitraje, cuya composición tripartita ha resultado tan negativa.
Es evidente que la reforma fue obra de gobierno panista de Felipe Calderón a través de la Secretaría del Trabajo y con el apoyo de la Coparmex, pero me he preguntado si habrá habido algún apoyo en reglas externas de suficiente fuerza para obligar a construir un derecho laboral de esas características.
Me parece que he encontrado la respuesta en una palabra, ahora de moda, en el mundo laboral: globalización. Ello supone que México no se ha sustraído de esa tendencia que consiste, en lo esencial, en invertir el orden de las cosas y anteponer, a los intereses de los trabajadores, el de las empresas.
Con motivo de la preparación de mi trabajo para el libro colectivo que publicará La Patota –obra de nueve laboralistas iberoamericanos que hemos publicado seis o siete libros antes de ahora, con el apoyo de Editorial Porrúa, con el tema central del destino inmediato del derecho del trabajo–, me encontré con el tema de la globalización, cuyos orígenes pueden encontrarse en algún discurso nada menos que de Margaret Thatcher, quien en algún momento afirmó que el Estado de Bienestar es un Estado niñera, sofocador de las libertades y restrictivo de la capacidad de escoger de los individuos y por lo tanto de las libertades individuales y del desarrollo económico y social.
Desde otra perspectiva, el mundo intenta, y lo está consiguiendo, que se produzca en países de muy escaso nivel laboral para que allí se instalen empresas de gran capacidad económica. Por ejemplo, en México, que fabriquen esos productos y posteriormente los exporten a otros mercados con precios mucho mayores, tal vez a empresas constituidas por ellas mismas en países desarrollados, obteniendo con ello un beneficio mayor. Eso juega con costos de importación adecuados, si no es que con el apoyo ocasional –o permanente– de contrabandos consentidos que abaratan aún más el producto.
Los países productores tienen la gracia de provocar empleo, pero en niveles intrascendentes, sin que les toque parte del beneficio final. México y las empresas en la frontera con Estados Unidos sirven a esos fines.
Pero, ¿como surgen esas empresas locales de mano de obra barata? Aparentemente, la fórmula ha sido recomendada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero sin compromisos formales (por ejemplo, tratados internacionales) que pondrían en evidencia las maniobras y a los países del Tercer Mundo responsables de los arreglos.
Debo suponer que el cuerpo diplomático es el instrumento adecuado que no tiene que recurrir a la celebración de tratados, que en el caso de México tendrían que apoyarse en la fracción X del artículo 89 constitucional. Basta, por supuesto, con el compromiso verbal.
Es más que probable que este sistema violente lo que acordamos con Canadá y Estados Unidos al celebrar el Tratado de Libre Comercio y el Acuerdo de Cooperación Laboral, pero no tengo la impresión de que les hayamos hecho mucho caso.
De esa manera, el derecho del trabajo se supedita a las conveniencias económicas del imperialismo, desapareciendo las ideas sociales.
Por supuesto que hay culpables. Todos sabemos quiénes son.

viernes, 10 de enero de 2014

Amas de casa vs economistas

10/Enero/2014
Noroeste
Lydia Cacho

Hace muchos años duran­te una crisis económica en los años 80, mi ma­dre dijo, regresando del mercado, que los estúpidos econo­mistas que opinaban en los periódi­cos sobre el alza de precios y cómo ésta no era tan significativa como algunos decían, debían convertirse en amos de casa para un hogar pro­medio durante seis meses. Sí, asegu­raba mi progenitora (psicóloga de profesión y ama de casa, cocinera) a ver cuánto les duraba la sonrisa a esos especialistas cuando tuvieran que comprar alimentos para familias de seis u ocho miembros.

Y nada de superfluos, puros in­dispensables para una buena nutri­ción: frutas, verduras, leguminosas, carne o pescado al menos tres veces a la semana, pan, tortilla, huevos, leche. Además, claro, los más bara­tos artículos de limpieza del hogar. Luego los útiles escolares mínimos y los uniformes, la luz, el gas, el agua.

Claro, pienso regresando de ha­blar con las mujeres en la verdule­ría, esos economistas que estudia­ron en el ITAM en su vida se han metido a regatear a un mercado o a la central de abastos, démosle el beneficio de la duda a algunos que por hobby cocinan el fin de sema­na y se van al mercado de Jamaica o a la Deli a comprar corazón de atún fresco a casi 200 pesos el kilo, o mejillones, langostinos o callo de hacha que no bajan de 300 pesos. Desde su cotidiano, los números no reflejan la vida real de los otros.

Cuando comenzó la discusión de la reforma hacendaria, leí y es­cuché con azoro a varios economis­tas (incluso en este mismo diario), asegurando que la clase media no sufriría tanto, en realidad, según los expertos sufrirían más quienes ganan más. Les recomiendo que sal­gan a las calles de México y hagan un ejercicio de investigación de campo.

Quienes vivimos en Quintana Roo debemos pagar más por todos los alimentos frescos, estamos lejos de prácticamente todos los produc­tores de hortalizas, frutas y ver­duras. La cebolla llega desde Chi­huahua o Guanajuato, el chayote de Jalisco o Veracruz; los chiles de Sinaloa, Michoacán y Tamaulipas, la papa de Coahuila, el pepino de Sinaloa y Zacatecas y así sucesi­vamente. En septiembre de 2013 la Sagarpa admitió que el aumento, en promedio del 25 por ciento en frutas y verduras, se debía a los huracanes inundaciones e imposibilidad para transportarlos al mismo costo a to­do el País. Sólo para darles una pro­badita, la cebolla pasó de 9 pesos a 11, a 13 a fin de año y ahora a 15 pesos. Los lácteos subieron un 5 por cien­to según las fuentes oficiales, pero según los transportistas a quienes les han subido la gasolina y el diésel hasta llegar a ser más caro que en Estados Unidos, los proveedores y compradores deben pagar más por mover el producto; y tienen razón.

Quien no vive en zona fronte­riza no comprende el duro golpe que significa, para las economías familiares, el aumento del IVA que subrepticiamente pasó del 11 al 16 por ciento: el efecto dominó pasa por el frijol, el arroz, el huevo, los útiles escolares, el transporte, los salarios y el cuidado de la salud.

Claro, no faltará el analista que me diga ¡pero si aumentó el salario mínimo!. Sí, le responderé que au­mentó 2.52 pesos ¡tremendo subidón! en la Zona B a la que pertenecen la mitad de los estados, entre los que está Quintana Roo el salario mínimo quedó en $63.77 y el la zona A, donde está Jalisco, Baja California y el Dis­trito Federal entre otros, quedó en $67.2 pesos diarios. Un detallito para quienes opinan desde el escritorio: quienes ganan más de dos salarios mínimos no verán incremento en sus sueldos pero sí pagarán más por bie­nes y servicios. Especialmente ahora, cuando las y los empresarios comen­zaron a hacer recortes y dejarán de pagar los bonos y sobresueldos (que fueron ganados por los sindicatos).

A cambio muchas empresas seguirán la tendencia de subcon­tratar las pagadoras, con contratos diferidos y a corto plazo que impi­den a las y los trabajadores defen­der sus derechos laborales. Claro cuando se está sobreviviendo uno pone prioridades, hoy un gasoli­nero, un reportero, una cajera de supermercado y una trabajadora social luchan por sobrevivir. Como no soy economista pero sí ama de casa (además de periodista) allí les va un baño de pueblo a los econo­mistas de escritorio:

SALARIO (2014) ZONA A ZONAB

Chofer de carga $100.35 $95.20

Empleada/cajera $85.5 $80.23

Trabajadora social $110.91 $105.5

Reportero/a $201.58 $190.77

Ya sabemos por experiencia que no todo sube en la misma propor­ción; la gasolina incrementa el costo de transporte, en los estados en que las y los empleados viajan por ca­rretera para ir a su trabajo, ya sea en combis o en autobús (especialmente en zonas turísticas y de maquilado­ras) el trasporte subió entre un 25 y un 30 por ciento. Un kilo de manzana estaba en 25 pesos en octubre, hoy costó 39 en una verdulería del mer­cado. El tomate verde aumentó en la realidad de 8.50 a 12 pesos, el limón de 6.32 subió a 19 pesos; las lentejas remontaron lo doble y sígale hasta llenar la despensa.

La realidad en las calles de Mé­xico es que las y los trabajadores deberán buscar un segundo o tercer trabajo para mantener a sus fami­lias, para ir a laborar, para pagar sus créditos del Infonavit. Ahora más que nunca los prestamistas disfrazados de bancos populares se enriquecerán a costa de las y los mexicanos; los supermercados con­vencerán a la gente a pagar a plazos con tarjetas crediticias propias cu­yos intereses son insultantes; las pymes comenzarán a cerrar.

La gente quedará más endeudada, pagará más impuestos, trabajará más. A cambio tendrá menos calidad de vida, menos seguridad laboral, menos tiempo para criar a sus hijos e hijas. Pero claro, los expertos nos dirán que las reformas eran necesarias, de allí que las y los diputados ganen millones en sueldos y prestaciones (cubrieron sus necesidades a costa de las de mi­llones). Mientras el campo sigue pa­ralizado, sin producir lo necesario y las grandes empresas como Televisa deducen cantidades ingentes de di­nero, enfrentaremos la cuesta de 2014 que apenas comienza en enero.

Aquí el enlace si quiere ver los salarios de 2014 para su entidad: http://www.conasami.gob.mx/nvos_sal_2014.html