lunes, 18 de marzo de 2013

Pacto por México

17/Marzo/2013
La Jornada
Néstor de Buen

Nunca he sabido qué es exactamente el famoso Pacto por México. Pero ahora leo un desplegado de diputados y senadores en el que se oponen a que los acuerdos a que se llegue en el famoso pacto sustituyan simbólica o prácticamente las funciones de uno de los tres Poderes de la Unión, pretendiendo que sea sólo en el nivel legislativo donde se discutan, analicen e impulsen los cambios a nuestro marco normativo.
Temen que la estrategia de los impulsores del Pacto por México sea apropiarse de la tribuna del Congreso de la Unión para hacer de ella su centro de operaciones. Sugieren que en el recuento de sus acciones fueran principalmente las iniciativas que han trascendido a reformas en un marco de operación política.
Vale la pena observar que se están oponiendo a que el Presidente de la República, en el juego de sus pretensiones de omnipotencia, conduzca a la construcción de una democracia distorsionada. Lo que me lleva a la conclusión de que el pacto fue inspirado por la Presidencia.
Creo que se trata de una especie de grito de independencia del Poder Legislativo y ciertamente me extraña esta manera de interpretar la Constitución que hipotéticamente convertiría en normas obligatorias los acuerdos del famoso pacto, lo que me parece absurdo.
Los legisladores no pueden desconocer las pretensiones de nuestra población. Por el contrario, deben tomarlas muy en cuenta como, en general, todas las formas de manifestación de las ideas que puedan derivar de un acuerdo de un grupo ajeno al poder y me refiero de manera particular a lo que se produce en la prensa, en la radio y en la televisión, generalmente obra de gentes preparadas y sensibles. Por supuesto que tienen sentido crítico de las acciones gubernamentales y eso es lo más interesante.
La visión de nuestro mundo que se deriva de lo dicho en el desplegado es que existe un grupo de privilegiados que son los únicos que pueden expresar sus puntos de vista sobre las necesidades y el desarrollo del país. Ese grupo se encierra en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República y por lo visto tiene la pretensión de cerrar el acceso a las ideas que surjan en la sociedad civil, un poco como si sus credenciales de legisladores les diera derecho a hacerse ajenos a las ideas que nazcan de la población en general.
¿Como ignorar, por ejemplo, las discusiones de ese grupo formidable denominado Los hombres de negro, lo que, por cierto, es discriminatorio ya que en el grupo está una mujer y muy brillante, por lo que deberían buscar otra denominación?
Pero por lo visto se trata de convertir al Poder Legislativo en un local cerrado que no sólo imposibilite el ingreso de otras personas sino, sobre todo, de otras ideas. Esa propuesta no me gusta. Por el contrario, creo que habría que crear en ambas cámaras un departamento de opiniones, con una publicación diaria que se repartiera entre los legisladores (suponiendo que todos saben leer) y que quedara a cargo de un periodista o un comentarista crítico.
De hecho ya existe y eso es, por lo visto, lo que el desplegado trata de impedir que prospere.
La verdad de las cosas es que si estuviere vedado el acceso al Congreso de la Unión de cualquier idea, el resultado sería espantoso.

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