domingo, 6 de abril de 2014

Ley Peña-Televisa, alta traición

6/Abril/2014
Noroeste
Jenaro Villamil

 La iniciativa del Eje­cutivo federal en te­lecomunicaciones y radiodifusión es un edificio chueco, construido sobre cimientos frágiles, que puede derrumbarse con un elemental ejercicio de an­ticonstitucionalidad de sus artículos.

Especialistas de diver­sos sectores -menos los más vinculados a los monopo­lios, a los concesionarios y al Gobierno- coinciden en algo fundamental: la Ley Peña-Televisa es anticons­titucional. Va en contra de la reforma aprobada en 2013.

Han detectado, por lo me­nos, 23 violaciones a la Cons­titución en el cuerpo de 312 artículos más 29 transitorios y la Ley de Sistema Público de Radiodifusión en Méxi­co, que es un retroceso a los tiempos oscuros del estali­nismo-priista para controlar los medios dependientes del erario público.

Es anticonstitucional por las siguientes razones:

1. Viola la noción de tele­comunicaciones y radiodifu­sión como "servicios públi­cos" para concebirlos como "servicios de interés públi­co". Con ese simple cambio se cae toda la noción jurídica definida en la Constitución.

2. Viola la autonomía de un nuevo órgano regulador -el Instituto Federal de Te­lecomunicaciones- que se convierte en una instancia tutelada por el Ejecutivo fe­deral y sus principales brazos ejecutores: Secretaría de Co­municaciones y Transportes, Gobernación y Hacienda.

3. Viola la libertad de ex­presión y de información es­tablecidas en el artículo sexto constitucional al incorporar medidas de censura previa, de persecución e intrusión en las redes cibernéticas.

4. Viola la noción de "agentes económicos pre­ponderantes" y los criterios antimonopólicos del artí­culo 28 constitucional. En la Ley Peña-Televisa todo lo relacionado con este punto está sesgado para proteger a la empresa de Emilio Az­cárraga Jean en su sector de mayor crecimiento: la tele­visión restringida.

5. Viola la sentencia de la Suprema Corte de Justicia que echó abajo la Ley Tele­visa de 2006 al reincorporar nociones como la subasta as­cendente como criterio fun­damental para otorgar las concesiones.

6. Viola los derechos de las audiencias al reducirlos a nociones vagas, generales, sin indicar cómo se defende­rán y quiénes las defenderán claramente.

7. Viola los principios del artículo primero de la Cons­titución al marginar e ir en contra de los derechos de las comunidades indígenas.

8. Viola el principio de neutralidad de la red esta­blecido en la reforma cons­titucional de 2013 al con­vertir a los concesionarios en servicios de Internet en guardianes y extensiones policiacas del CISEN o de otras dependencias de segu­ridad nacional y seguridad pública.

9. Viola la esencia misma de la ley: no es un ordena­miento jurídico convergen­te. Al contrario, es divergen­te. Separa en dos grandes "sectores" o cárteles (tele­comunicaciones y radiodi­fusión) al no concebirlos co­mo servicios múltiples (de televisión abierta, de radio, de Internet, de audio y video restringidos, de telefonía móvil). Impide el total play y el acceso de los ciudadanos al margen del mundo digital.

10. Viola el ordenamiento constitucional para que el "apagón analógico" se dé en diciembre de 2015. En el artí­culo 16 transitorio establece una prórroga hasta diciem­bre de 2017, "casualmente" en vísperas de las elecciones presidenciales de 2018.

Estos son tan sólo algu­nos puntos.

La traición fundamental radica en el carácter clara­mente electorero de esta ley. En su mirada corta y en su evidente intención de enga­ño a los ciudadanos.

Al Gobierno federal del PRI le interesa recuperar el control del Congreso en las elecciones de 2015. Si para ese objetivo deben rehacer su acuerdo y pacto con Te­levisa, con TV Azteca y con sus anexos que garantizan el control de la opinión públi­ca, lo harán.

Por eso, esta ley busca for­talecer esa misma alianza que llevó a Peña Nieto al poder. ¿A cambio de qué? De permitirle a Grupo Televisa expandirse sin límites en el mercado de televisión restringida.

A América Móvil y al gi­gante monopolista de Car­los Slim, el Gobierno federal pretende "compensarle" en otras áreas de los múltiples intereses de Grupo Carso, como son los energéticos y la construcción. No se dan cuenta de las consecuencias estructurales de alentar la guerra Televisa-Telmex.

Televisa y Peña Nieto tienen un enemigo en co­mún: los ciudadanos de las redes sociales. Es clara la animadversión hacia Tele­visa y al PRI en la mayoría de las audiencias jóvenes que deliberan, se informan y se entretienen en las redes sociales. Son generaciones que ya no se deformaron con Televisa. El PRI calcula que este sector les costó, por lo menos, 5 millones de votos en 2012.

No quieren repetir este fenómeno en 2015.

Por eso van contra el ciberactivismo y por cons­treñir al máximo el perio­dismo digital. Han hecho experimentos autoritarios en Veracruz, en Quintana Roo y en Chihuahua. Ahora pretenden llevarlo a escala nacional.

Ahí está la alta traición.

No se trata de democrati­zar el régimen de medios de comunicación y las teleco­municaciones ni darle acce­so a la población a las nuevas tecnologías de la comunica­ción y la información.

Por el contrario, se trata de constreñir y controlar. No les importa que esta ley aca­be en la Suprema Corte de Justicia. Al menos, les per­mitirá que en 2015 funcione para que el PRI recupere el control de la Cámara de Di­putados y del Senado.

Y todo esto con la colabo­ración de varios políticos pa­nistas y perredistas que ya se volvieron los "paraestatales" de la restauración priista.

Lo veremos en la discu­sión y en la aprobación del Congreso.