Marzo/2014
Nexos
Ricardo Raphael
La educación como dilema, Elba Esther Gordillo como solución:
demasiados años se nos fueron en tan estúpida coordenada. Unos afirmaban
que sin ella nada sería posible, otros que su inmenso poder de veto
representaba el principal obstáculo. (Me ubico entre los segundos.)
Hace un año ya que el personaje no estorba para mirar de frente al
tema educativo y sin embargo todavía no logramos comprender en su
dimensión el enorme rezago que México impone sobre los 24 millones de
niñas y niños que hoy pueblan las aulas del sistema público de educación
básica.
La moda ahora es suponer que la reforma constitucional, junto con
el encarcelamiento de la líder del magisterio, serán vara mágica para
modificar la realidad. Ambos hechos han afectado la vida de las
instituciones donde se fabrica y gobierna la política educativa, pero
estos eslabones son sólo los primeros de la larga cadena que habría de
moverse para mejorar la calidad de la enseñanza en nuestro país. Miente
quien afirme que es suficiente un órgano autónomo dedicado a la
evaluación o un sistema de profesionalización docente para que pueda
obtenerse una mejora significativa sobre el logro académico de los
educandos. Afirmar lo anterior es acudir tramposamente a la misma
simplificación que se cometía cuando la profesora Gordillo Morales era
vista como única solución (o problema) de la educación mexicana.
La reforma educativa reciente no debería llamarse así. En realidad
se trató de una reforma política, una transformación a las instituciones
dentro de las cuales se fraguan y gobiernan las políticas educativas.
Una modificación a la vasija donde se gestionan los asuntos de la
educación pero no a sus contenidos. Con esta reforma política puede
suceder que las muchas reformas educativas pendientes comiencen a
ocurrir, pero eso está todavía por verse.
Es tesis de este texto que la obsesión con los actores y las
instituciones de la educación debería pasar ya a segundo término para
concentrar energías sobre un tema más urgente: la transformación del
modelo pedagógico.
En otros países donde no hay Elba Esther, ni SNTE, ni grandes
modificaciones institucionales, se discute desde hace tiempo sobre la
pedagogía que habría de promoverse de cara a un futuro marcado por la
revolución de las tecnologías —en particular las digitales— y la
evolución demográfica.
La voz es del especialista estadunidense Tony Wagner, quien
sintetiza correctamente el dilema: ¿cómo lograr que quienes hacen las
políticas públicas, y quienes dirigen y enseñan en la escuelas,
resuelvan una formación a favor de los estudiantes, la cual les vuelva
capaces de pensar críticamente, de comunicar con eficacia y de agregar
valor mientras colaboran en la cadena del conocimiento?
Los sistemas educativos que logren responder a esta interrogante
harán que la economía futura de sus sociedades sea saludable porque
habrán preparado a sus poblaciones para enfrentar una realidad donde la
innovación será la regla y la inflexibilidad merecerá una severa
condena.
1
Porque las economías más innovadoras prevalecerán, las personas
capaces de agregar valor dentro de la cadena productiva obtendrán
mejores ingresos y superior desarrollo profesional. Es frente a esta
circunstancia que preocupan los resultados arrojados por las
evaluaciones practicadas en México.
El reporte PISA, que en nuestro país va ya en su quinta edición,
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mide las habilidades de los educandos de 15 años en matemáticas,
comprensión lectora y ciencias. Clasifica los logros en seis niveles. Ya
sabíamos que el grueso de los estudiantes mexicanos de educación básica
—más del 95%— se encuentra atrapado en los tres primeros niveles. Pero
recientemente tomamos conciencia de que, entre 2006 y 2012, la situación
se deterioró. Mientras 81% de los menores de edad evaluados en
matemáticas en el año 2006 se encontraba entre los niveles 0 y 2, en
2012 esta población creció para alcanzar 82.5%. Peor resultado
exhibieron las ciencias: mientras en 2006 el 77% de los estudiantes
evaluados se encontraba entre los niveles 0 y 2, en 2012 el número
alcanzó 84%. En lo que se refiere a la comprensión lectora las cifras
permanecieron prácticamente inalteradas (ver tabla).
Sirve también para observar el detrimento en este periodo la
comparación de los estudiantes ubicados en el tercer nivel. En ciencias,
18% se encontraba en el nivel 3 en el año 2006; para 2012 la cifra
descendió a 13.8%. Con respecto a matemáticas, los números permanecieron
prácticamente sin movimiento. La única mejora observable se halla en la
evaluación sobre la comprensión lectora, la cual pasó, en el nivel 3,
de 18% de 2006 a 19.8% para 2012.
Los resultados de la prueba PISA 2012 se pueden resumir en una frase:
la administración de Felipe Calderón fue un desastre en materia
educativa. Seis años tirados por la borda. No sólo habríamos los
mexicanos que reclamarle al ex presidente por haber multiplicado la
violencia durante su mandato, el rezago educativo también fue obra suya,
producto de negociaciones políticas francamente corruptas. Pero este
juicio pertenece a otro lugar.
¿Qué mide en realidad la prueba PISA? El proceso mediante el cual
el estudiante utiliza conocimientos previos para interactuar con el
aprendizaje recién adquirido. Quiere valorar el pensamiento crítico con
el que la persona se enfrenta a lo aprendido. Por ejemplo, en
comprensión lectora el objetivo es observar la interacción con el texto:
arrancar inferencias, hipótesis, interpretaciones de la persona
evaluada. La prueba en ciencias o matemáticas corre por cuerdas
similares. Los primeros niveles muestran conocimientos básicos
—precarios—, mientras que los últimos capturan no sólo el aprendizaje
sino el valor agregado por el educando.
Si bien PISA es una prueba estandarizada y por ello podría
criticarse, lo cierto es que tiene por objeto medir la capacidad de la
persona evaluada para agregar valor a lo enseñado por la escuela, así
como las habilidades para analizar y sintetizar información y también
para comunicar lo aprendido.
Lo grave para México no es que nuestros estudiantes se hallen a
media tabla, en comparación con el mundo, o que ocupemos el último lugar
entre los países de la OCDE. La tragedia está en otra parte: 95% de los
educandos no cuenta con las habilidades indispensables para enfrentar
con éxito su futuro laboral. Y eso no es responsabilidad suya o de sus
padres sino del sistema educativo dentro del cual están insertos;
sistema que —por estar dedicado a deliberar sobre otros menesteres— ha
sido incapaz de adaptar el modelo pedagógico a las obvias necesidades
del mañana.
Las especialistas Cecilia Fierro y Patricia Carvajal, en un notable texto,
Mirar la práctica docente desde los valores,
ayudan a comprender el fracaso referido. En vez de provocar pensamiento
crítico, las escuelas mexicanas tienen como núcleo atómico de la
pedagogía el respeto por la autoridad. Lo importante no es agregar valor
a lo que el profesor instruye sino someter al estudiante, sin derecho
de réplica, a las enseñanzas de la escuela. Las tres frases más
utilizadas dentro del centro escolar son: ¡Guarda silencio! ¡Pon
atención! ¡Trabaja sentado en tu lugar!
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Este modelo pedagógico no lleva a la edificación de mejores
subjetividades. Por el contrario, reproduce patrones autoritarios. No
promueve la innovación, tampoco ayuda a agregar valor. El desafío está
colocado en hacer que el alumno imite al maestro y que lo haga con
docilidad. Se trata de un modelo que abusa de las técnicas memorísticas,
pródigas en información que nunca se asimila, ni logra convertirse en
aprendizaje definitivo.
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Sobre esta deficiencia del modelo pedagógico mexicano es que
debería estar centrada la atención de nuestra política educativa. Es la
causa de los malos resultados de PISA y otras evaluaciones. Es la razón
del fracaso sistemático de los estudiantes cuando son arrojados al
mercado del trabajo. Es explicación para la falta de innovación en la
economía mexicana y por tanto para los bajos niveles de productividad
que, a la vez, repercuten en salarios pobres y plazas insuficientes de
trabajo formal.
¿Qué de la reforma educativa del presidente Enrique Peña Nieto
tiene que ver con el modelo pedagógico practicado dentro del sistema de
educación básica? La respuesta es transparente: nada. Basta revisar el
Plan Sectorial de Educación, publicado a finales del año pasado, para
constatar que el tema no está en la brújula de las actuales autoridades
federales. Más allá de una breve mención sobre la mejora en la calidad
educativa, los planes, programas o materiales, en ninguno de los seis
objetivos
5 de este instrumento gubernamental —tampoco en sus líneas de acción— aparece referida la reforma al modelo pedagógico.
Claramente son otros moros y otros tranchetes los que siguen
nublando la vista a la hora de mirar el problema educativo mexicano. Es
momento de dejar atrás obsesiones viejas para pasar a concentrarnos en
lo que realmente importa.
1Tony Wagner (2012):
Creating innovators, the making of young people who will change the World, Scribner.
2PISA (2012).
3María Cecilia Fierro y Patricia Carvajal (2003):
Mirar la práctica docente desde los valores, Editorial Gedisa, México.
4Ver Ricardo Raphael (2007):
Los socios de Elba Esther, Planeta, México, pp. 75-76.
5(1)
Asegurar la calidad de los aprendizajes en la educación básica y la
formación integral de todos los grupos de la población. (2) Forta- lecer
la calidad y pertinencia de la educación media superior, superior y
formación para el trabajo, a fin de que contribuyan al desarrollo de
México. (3) Asegurar mayor cobertura, inclusión y equidad educativa
entre todos los grupos de la población para la construcción de una
sociedad más justa. (4) Fortalecer la práctica de actividades físicas y
deportivas como un componente de la educación inte- gral. (5) Promover y
difundir el arte y la cultura como recursos formativos privilegiados
para impulsar la educación integral. (6) Impulsar la educación
científica.